lunes, 30 de marzo de 2009

TESTIMONIOS SOBRE LA PROSTITUCION INFANTIL



TESTIMONIOS SOBRE LA PROSTITUCION INFANTIL


TITULADO: NUNCA IBA SOLA.






Gorana V. nunca iba sola al cuartel de Zetra. En ocasiones la acompañaban una o dos adolescentes más, según la demanda sexual de ese día, pero siempre era conducida hasta allí por Jasmin Dahic, su protector y uno de los proxenetas vinculados a la trama, a una hora previamente convenida con sus cómplices.
«Casi siempre llegábamos después de las 11 de la noche, porque a partir de esa hora todos los soldados tienen que estar en el cuartel», repite Gorana V., y esta vez el intérprete sí consigue traducir el fino hilo de su voz: apenas balbucea en inglés un par de frases rudimentarias, y su italiano se limita a unos cuantos vocablos soeces de la jerga cuartelera, que ahoga con una carcajada.
«Junto a la alambrada, en una zona bastante alejada de los edificios del cuartel, nos esperaban dos o tres soldados, casi siempre los mismos, que primero se aseguraban de que no había ningún centinela vigilando, y luego nos ayudaban a pasar», afirma Gorana, que asegura que nunca se ponía minifalda para evitar enredarse en la cerca.
El cuartel de Zetra, que ocupa una vasta extensión de terreno en lo que hasta hace unos años fue el hospital maternal de Jezero, limita en su extremo noreste con la calle de Betanija, en realidad un pedregoso camino vecinal rodeado de pequeños huertos y sin un solo edificio en un par de kilómetros a la redonda: el lugar perfecto para colarse en el recinto militar sin ser visto.
Antes de franquear la alambrada, que ahora ya ha desaparecido en algunos tramos, los soldados entregaban el dinero en mano al proxeneta: 50 marcos alemanes por cada felación y 100 si se trataba de un servicio completo. El mafioso desaparecía entonces en la oscuridad, y regresaba a la hora pactada para recoger a las menores.

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